Entierro
precipitado (1854) de Antoine Wiertz.
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El maestro universal del cuento corto Edgar Allan Poe (19 de enero de 1809 – 7 de octubre de 1849) en su obra "The premature burial" traducida al castellano como “El entierro prematuro” nos narra el incesante miedo que sufre su personaje ante la idea de ser enterrado con vida. He aquí un fragmento de dicho relato:
Durante
varios años sufrí ataques de ese extraño trastorno que los médicos
han decidido llamar catalepsia, a falta de un nombre que mejor lo
defina...
A
veces el paciente se queda un solo día o incluso un período más
breve en una especie de exagerado letargo. Está inconsciente y
externamente inmóvil, pero las pulsaciones del corazón aún se
perciben débilmente; quedan unos indicios de calor, una leve
coloración persiste en el centro de las mejillas y, al aplicar un
espejo a los labios, podemos detectar una torpe, desigual y vacilante
actividad de los pulmones. Otras veces el trance dura semanas e
incluso meses, mientras el examen más minucioso y las pruebas
médicas más rigurosas no logran establecer ninguna diferencia
material entre el estado de la víctima y lo que concebimos como
muerte absoluta. Por regla general, lo salvan del entierro prematuro
sus amigos, que saben que sufría anteriormente de catalepsia, y la
consiguiente sospecha, pero sobre todo le salva la ausencia de
corrupción...
La
RAE (Real Academia Española) define la palabra catalepsia como un
accidente nervioso repentino, de índole histérica, que suspende las
sensaciones e inmoviliza el cuerpo en cualquier postura en que se le
coloque.
Durante
este período, el paciente que la padece puede permanecer en un
estado consciente (oír y ver todo cuanto sucede a su alrededor sin
poder mover o expresarse para decir lo que siente o como se
encuentra) o inconsciente.
Causas
y síntomas.
Debido
al estado de “muerte aparente”, los enterramientos prematuros
eran frecuentes en la antigüedad, por lo que el individuo podía
llegar a despertar en el interior del ataúd tres días después sin
saber cómo ni por qué estaba allí.
Como
ya hemos descrito anteriormente, la catalepsia es un trastorno
nervioso que impide al sujeto que lo padece responder a los estímulos
visuales y táctiles, los músculos quedan rígidos y las funciones
corporales se desaceleran disminuyendo así el ritmo cardíaco y
respiratorio. Debido a los avances tecnológicos del Siglo XXI, en
las zonas más desarrolladas del planeta las personas que padecen
enfermedades como el Parkinson, epilepsia, esquizofrenia catatónica
e individuos que están en proceso “síndrome de abstinencia”
para desengancharse de la cocaína y que sufren catalepsias evitan
ser enterrados con vida.
Tapefobia.
El miedo a ser enterrado vivo.
Entre
leyendas urbanas y cuentos góticos a veces pisamos sobre terreno
resbaladizo a la hora de hablar de un miedo real. La tapefobia (tape
del griego taphos que se traduce como “tumba" o “sepulcro” y
fobia, que también es una palabra griega que deriva del vocablo
phobos y significa “temor”) se traduciría como “terror o miedo
a las tumbas”.
Las
enfermedades, las plagas y el desconocimiento de una época cuyos
conocimientos médicos aún estaban en vías de desarrollo llevaron a
algunos hombres a ingeniar nuevos sistemas que ayudasen a “revivir”
a esas personas que por error médico se las creía en un principio
muertas.
Ataúd
de seguridad. Ilustración.
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A
mediados del Siglo XIX se creó un modelo de sepulcro conocido por el
nombre de “ataúd de seguridad”. Los familiares y amigos
introducían el cuerpo del difunto en el interior del lecho y a su
mano le anudaban una cuerda que le conectaba con el exterior. Si
hacía mover la campana es que estaba vivo y por lo tanto debía de
ser desenterrado, si no se daba el caso, el difunto podía descansar
para siempre en un lecho menos aparatoso.
Era
de vital importancia que las personas que vigilaban su cuerpo
estuvieran pendientes en todo momento del sonido, porque eran ellos
los únicos que podían sacarle de allí.
Los
avances en medicina aunque escasos, eran bien recibidos en el Siglo
XIX, y se crearon técnicas de desfibrilación y respiración
artificial.
Este
artículo ha sido escrito por Akasha Valentine
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